"Na, no te preocupes, si yo acabo de llegar" - crecida de nariz - "venga, vamos a comprar las entradas que casi es la hora"
"Esperamos un rato a ver si llega alguno de los otros, ¿no?"
"No, que se j... estooo... seguro que a estas horas ya no vienen, venga, p'adentro"
Yo solita en el cine con el Portu... lo que hacía tan sólo 3 minutos había parecido un aburrimiento de tarde había pasado a ser prometedoramente interesante...
Así que ahí estábamos los dos, con una bolsa de gominolas para compartir (ains, cuántas posibilidades de roces inocentes) y 3 horas en la oscuridad aguardándonos. Sin embargo, no todo puede ir como una espera, no olvidéis que Murphy me adora y verme con otro en el cine debió ponerle algo celosillo... La película de "El Hundimiento" es una auténtica obra maestra, pero como afrodisíaco creo que no ganaría para pipas. Las escenas de guerra, violencia y brutalidad que contiene esta peli, no tanto por lo gráfico sino por la intensidad emocional que llevan consigo, hacen estremecerse a los corazones más duros (y el mío no es uno de esos). La recreación de los últimos meses de decadencia de Hitler, representado por un espléndido Bruno Ganz, la visión humana de la persona que era a la vez capaz de ser tierna con los niños, amante de los animales y gran líder de masas, pero tambén de ignorar el sufrimiento de su propio pueblo, que él llevó a lo más alto para luego dejarlo caer de bruces, de fomentar el odio más irracional sobre una parte de la población, y de liderar el genocidio más atroz que jamás ha conocido la Humanidad, es el equivalente psicológico de una bofetada, una bofetada en el alma. Llega un momento en el filme en el que te apetece levantarte e irte, no porque la película sea mala, sino porque tu mente ya no aguanta un segundo más de horror. Los directores que han utilizado la figura de Hitler en sus películas solían representarlo huraño, de mal humor constante, sádico e inaguantable... un monstruo en todas sus facetas. La visión del führer que ofrece "El Hundimiento" es mucho más aterradora, por ser más real: no era un monstruo, era un ser humano, un ser humano capaz de provocar un sufrimiento inaguantable a un pueblo después de fotografiarse jugando con una de las hijas pequeñas de Göbbels, o de mostrarse amable y comprensivo con una secretaria jovencita que no acierta con las teclas de la máquina de escribir. Recomiendo esta película a todo el que esté interesado en una visión objetiva de una parte de la Segunda Guerra Mundial, siempre que tenga un buen aguante moral.
Por supuesto, con semejante peliculazo y con la impresión que provocaba, la idea de flirtear con mi compañero de asiento no podía estar más lejos de mi mente. Mi mayor esfuerzo consistió en no ponerme a llorar en las escenas más intensas, cosa que conseguí en mayor o menor manera. Cuál no sería mi sorpresa nada más terminar la peli al comprobar que dos brillantes lagrimones rodaban por las mejillas del Portu. ¡Con la cara de pícaro ligón que tenía y va a resultar que es un chaval sensible y todo! No podía dejar pasar la oportunidad de explorar esa faceta...
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